Ni periodistas resentidos, ni políticos frustrados. Sin agenda y con los temas clavados en la frente. Un poco de aire vicioso, dedos afilados y conspiraciones absurdas que nunca ven la luz. Ninguna cereteza, pocas palabras y mucha deformación del lenguaje... Más vale tarde que nunca, Un millón de moscas hace su lanzamiento mundial en tierras sudacas sin ningún sentido especial y con una cuota de ira particular...

Sudáfrica apuesta todo al Mundial


Por qué un país que encabeza rankings mundiales de violencia, desempleo, corrupción y desigualdad invertiría 6700 millones de dólares en un evento deportivo? A corto plazo, la Copa del Mundo ni siquiera será un gran negocio para Sudáfrica. El impacto que tendrá la afluencia de turistas y la inversión en infraestructura en la economía del país no será el que se esperaba en 2004, cuando el país se postuló para ser la sede y la crisis global aún no asomaba.


En realidad, la gestión del presidente Jacob Zuma piensa en el Mundial como una gigantesca estrategia de exhibición multilateral para Sudáfrica. "Cuando decimos que estamos listos para el torneo, no es una frase retórica: hablamos en serio", aseguró el propio Zuma, como si sospechara que los grandes inversores internacionales se tomaran en broma a su país.

Como relata el periodista británico John Carlin en su buen libro "El factor humano", Nelson Mandela aprovechó genialmente la copa mundial de rugby de 1995 para apuntalar su proyecto de unidad nacional, tras el desmantelamiento del sistema de segregación racial del apartheid. Quince años más tarde, Sudáfrica espera que otra fiesta del deporte sirva para dar una vuelta de página en su historia.

Ocurre que, al tiempo que la economía sudafricana representa un tercio del PBI del continente y el país es  catalogado como potencia emergente junto a India o Brasil, Sudáfrica aún no logra resolver heredados problemas estructurales como una producción de escaso valor agregado y una excesiva dependencia de la exportación de minerales (oro, platino, diamantes); una tasa de desempleo que trepa al 25%; o una regresión en la distribución del ingreso peor que en varios países de la propia África.

Para terminar con esos déficits, y ganarse definitivamente su derecho a dialogar de igual a igual con los países centrales, Sudáfrica necesita un proyecto de desarrollo y crecimiento sustentables y a largo plazo. Y, como se sabe, lo primero en esa línea es atraer grandes inversiones internacionales. Para eso fue concebida la apuesta de su candidatura a sede del Mundial, y no para resolver problemas de agenda inmediata como, entre otros, su récord en índices de criminalidad.

Cuando el campeón levante la copa, y la gran fiesta del fútbol termine, se verá si fue una gran apuesta o solamente una apuesta arriesgada.

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