Crítica de Historias Tupamaras, de Leonardo Haberkorn
“Él tenía una voz
ronca y sabía lo que decía, aunque algunos lo dudaran. Él me decía: ´¿sabés, Kaqui?,
en la próxima revolución tienen que caer menos muertos`. Los muertos perseguían
al Bebe; los compañeros que había visto caer y los enemigos que había matado”.
Quien da testimonio es Aníbal De Lucía, ladero del
emblemático líder guerrillero Raúl Sendic durante los primeros años del
Movimiento de Liberación Nacional (Tupamaros), por los sesenta en Montevideo.
Su recuerdo sobre aquella turbulenta época es bien distinto del que hoy esgrime el ala del Frente Amplio liderada por José Mujica, ex tupamaro y flamante
presidente, y la idílica historia oficial del MLN.
En Historias Tupamaras, Leonardo Haberkorn
plasma sin filtro ese y otros relatos inéditos de ex tupamaros de alta
jerarquía que derrumban ladrillo a ladrillo ciertos “mitos” purificadores e
idealizantes del MLN muy difundidos desde que el Frente Amplio es gobierno.
Justo ahora, cuando aquellos años se hacen un lugar en la agenda política de
Uruguay. El Frente intenta disipar, en su país y en Washington, inquietudes por
el pasado guerrillero de Mujica.
Que los tupamaros no
se armaron para tomar el poder sino para defender la democracia; que el MLN estaba
más cerca de Robin Hood que de Montoneros y de la guerrilla argelina; que la
organización era un ámbito de libertad y fraternidad antes que de lucha
sangrienta y verticalismo... A partir de “vivencias concretas de personas
reales, piezas del rompecabezas que hasta hoy habían sido ignoradas”, Haberkorn
siembra la duda acerca de esas construcciones ideales sobre Tupamaros que en
los últimos años han ido ganando terreno en el imaginario uruguayo.
Historias Tupamaras no pretende ser una verdad revelada, ni
siquiera una revisión histórica. Es un exhaustivo trabajo periodístico cuyo
mayor mérito es abrir el juego sobre un debate que parecía cerrado, en el marco
del ascenso al poder del frenteamplismo con raíces tupamaras. Quizás sin
quererlo, el libro también es un reparo para toda una generación que creyó en
Tupamaros. Justo ahora, cuando “el Pepe” se afeita la barba y se pone un traje
por primera vez en su vida.
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