Ni periodistas resentidos, ni políticos frustrados. Sin agenda y con los temas clavados en la frente. Un poco de aire vicioso, dedos afilados y conspiraciones absurdas que nunca ven la luz. Ninguna cereteza, pocas palabras y mucha deformación del lenguaje... Más vale tarde que nunca, Un millón de moscas hace su lanzamiento mundial en tierras sudacas sin ningún sentido especial y con una cuota de ira particular...

POLÉMICA: JUSTIFICACIÓN DE LA VIOLENCIA


Jueves a la noche, casi madrugada. La escena dantesca se repite: cerca de cincuenta personas se reúnen en las puertas del McDonald´s de la avenida Rivadavia, a poquitas cuadras de la Plaza Once, a esperar que saquen la basura. Las bolsas cargadas de comida chatarra, poco recomendables para rubiecitos pequebú con las vacunas al día, sirven de olla común a los que esperan pacientes su “plato de comida”.

Un pibe joven, de unos 22 años, se desprende del grupo y, sorteando a los estrictos guardias de seguridad que vigilan los accesos, encara decidido hacia los vendedores. En los pocos segundos que tarda en caminar los diez metros que separa la puerta de entrada de las cajas, los comensales cambian miradas paranoides, se va generando el clima para un juicio sumarísimo que tiene una única sentencia: el desprecio. Aún así, rebosando estoicismo, el pibe, de visera y llantas, avanza. El supervisor del local, un prolijo muchacho de mirada lasciva y sutil seseo, se ve obligado a actuar y le pregunta por sus deseos -“¿Qué dezzea?”, fue el específico interrogante pertinaz-. Se da el siguiente diálogo:

-¿Pudiste averiguar por el trabajo?- pregunta el pibe con cierta timidez.
-Sí, te dije que me trajeras el currículum impreso- contesta taxativamente el Supervisor.
-Lo traje, acá lo tengo. No lo pude imprimir, pero están todos mis datos. Tengo el secundario completo, creo que no hace falta nada más- responde mientras le ofrece una hoja Rivadavia escrita a pulso.
-Perfecto, lo paso a Administración –mayúsculas en homenaje a este universo kafkiano- y ahí, si das con el perfil, te llaman- fue la respuesta al paso del niño bueno, mientras tomaba la hoja con una mueca de asco.
-Ah, bueno, pero no tengo teléfono. ¿No puedo pasar en la semana y ahí me dicen?
-Mmm… no sé, pasá el lunes que te tengo una respuesta.

El pibe de gorra agradece, se da media vuelta y vuelve a la calle a esperar las bolsas de comida –léase basura-. El nene de oro, en su gloria de Supervisor de local de McDonald´s, muestra todo su oficio a la hora de segmentar a la gente según los objetivos de la compañía: agarra la hoja Rivadavia, la hace un bollito minúsculo y, con mucha puntería pero poco mérito, la encesta en un gigantesco tacho de basura.

Los titulares de los diarios sensacionalistas dirán, días más tarde, que un delincuente armado entró a un local de McDonald´s y que, a sangre y fuego, se hizo con la recaudación del día. Los entes aspiracionales saldrán en cadena nacional a pedir patíbulo o lapidación. Pero lo que nunca van a decir, lo que nunca dicen, es que ese delincuente, ese pibe desesperado, encontró una noche, entre hamburguesas y papas fritas, su currículum Rivadavia hecho un bollito. Lo que no dicen los diarios, al fin y al cabo, es que la violencia, el infierno, muchas veces está justificado.

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